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Un, dos, tres.

Vamos a contar... contemos la prisa, la brisa, el tiempo; contemos los atardeceres con el compás de un flamenco. Pongamos que hablo de ti, pongamos que hablo de mi, de la carbonería, de un cante desgarrado que presagia el futuro, el destino del poeta que toca las palmas en un rincón, con la luz apagada, que llora al misterio de una ciudad que se viste de madrugada para verte. Vamos a contar... contemos las ganas, los besos, la nostalgia del que ama, del que presagia en el cante desgarrado de un flamenco que no tiene nada.

M.J. Ruiz

Un, dos, tres, apaguemos la luz

Un, dos, tres, el universo presagia

Serenidad y calma, sin tu mirada

Sin tu voz, sin tus ganas.


Cuatro, cinco, seis, ensayo

Con mis palabas el arte del silencio

Cuatro, cinco, seis, veneno

Herida de mis heridas, lamento.


Siete, ocho, nueve, termina el compás

son las sombras, son los ecos, la nostalgia

de mis sabanas pidiéndote más,

es la rendición de mi voz en pausa al oír la verdad.


Siete, ocho, nueve, compromiso

¿A caso la vida no es un compromiso?

Miedo a sentir, miedo a expresar

Miedo al duende que se esconde

A las mariposas que aletean tu nombre.


Y ahora, ahora viene el diez, la dicha, la osadía,

el final de una canción inacabada,

la del poeta loco enamorado de una mujer mala.



Diez… uno, dos, tres, ¿apagamos la luz?

¿Volvemos a empezar?


Cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve

diez, el final.


Un, dos, tres

Y más ganas tenían de verte,

más ganas tenía de verte.


Un.




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