Hace meses que los versos invaden mi cabeza de manera estrambótica. Soy poeta antes que persona, soy soñadora, idealista, y sí, soy como mi padre una utópica. Soy una niña, un niño, una dama, un caballero, soy todo lo que quiero ser, pero además soy las calles, el barrio, el colegio; soy el ayer, el mañana, el futuro incierto; soy la bandera de amor ondeando en mi pecho. Soy tantas cosas que siento, soy tantas cosas que ves, que siempre fui un escudo de indiferencia para evitar el dolor, la ira, la envidia, para evitar que el resto del mundo se fijará en mí. Soy aquella que se esconde tras la sonrisa, la que calla, la que oculta las emociones; soy una mujer, una amiga, una amante, una madre, una hija; soy yo, y ahora que me dio por ser sincera o sincero, soy la ternura que no regresa a tu piel, la boca que no besa tus labios; soy ante todo yo, y por eso, y por ti, me voy en silencio y no vuelvo.
Me voy de tu vida con la piel encendida
y el silencio calándome los huesos.
Me voy sin más por quererte,
Por dolerme, porque esta vida ingrata
no me hace justicia.
Me voy para no engañarme,
Para no sentir este vacío inmenso
que rompe todo mi universo.
Me voy sin rimas, sin sones,
sin mentiras, con la verdad de mis lágrimas
descendiendo desde mi alma.
Me voy porque no te hago falta,
porque jamás seré ni los ojos, ni la piel
ni el cuerpo, ni tus ganas en la batalla.
Me voy de tu vida con la piel encendida
y el silencio calándome los huesos.
Me voy en silencio y no vuelvo.
M.J. Ruiz
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