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El amor, el tiempo y la muerte.

Una noche mágica en Cerro azul (Veracruz, México) conocí el famoso pasacalles del día de los muertos. Me imaginé caminando entre ellos, envueltos en colores y danzando al compás de la música. Era un día de fiesta donde la muerte no me asustaba sino que me acariciaba el alma.

Entonces, entendí la esencia disfrutona del jarocho, y en definitiva de los mexicanos: Vivir intensamente, porque de la muerte no escapas por mucho que te escondas. Así que relájate, siente, ama, lucha, grita, disfruta de cada instante como si fuese el último. Colma de bendiciones a tus difuntos; recuérdales en maravillosos altares; homenajéales con sus platos favoritos, su música, con todo aquello que les identificaba o fascinaba.

Esta visión tan natural y sana del final de la vida chocaba con el oscurantismo de mi tierra, con todos aquellos miedos que guardaba con respeto en mi mesita de noche, y que sólo dejaba salir para rezarles antes de dormir. Así que aquella noche mágica aprendí una gran lección de vida o muerte, y decidí llevar siempre conmigo el alma de una mexicana.


Un consejo: " No te tomes muy en serio la vida, porque no saldremos de ella con vida".


MJ Ruiz, 30 de octubre de 2020.



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